“Una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre. Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado?”
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Lucas 8:43-45
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LA EXCELENCIA DE JESUCRISTO (6)
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El verdadero médico (Lucas 8:43-48)
Cada página de los evangelios pone en evidencia el poder de Jesús. Este poder curaba el cuerpo de las personas con quienes él se encontraba. Pero lo que Jesús quería, ante todo, era sanar el alma. Por ello hizo esta pregunta a la mujer que acababa de ser curada: “¿Quién es el que me ha tocado?”.
Esta mujer deseaba que su cuerpo sanase, y lo logró. Su fe descansaba en el poder y en la grandeza del Hijo de Dios, a quien pudo acercarse. Por ello recibió mucho más, recibió este mensaje personal de Jesús: “Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz”. El contacto con la palabra de Jesús produce la curación moral y espiritual.
¡Qué no haríamos para obtener una curación física! ¿Tenemos el mismo ardor para alimentar y cuidar nuestra alma?
Jesucristo, el perfecto Salvador que Dios nos dio, es el Salvador de nuestras almas, el único capaz de salvarnos de la «enfermedad» incurable del pecado. Para esto, fue necesario que diese su vida en la cruz, en donde demostró su amor. ¿Cree usted, al igual que esa mujer, que Dios quiere y puede curarlo de lo que lo aflige, de sus heridas interiores?
Podemos encomendar todo al Señor, quien es la fuente de la vida. Él está cerca de nosotros. Podemos pedir su ayuda sencillamente donde estemos. Nos dará la paz y la sanidad interior, como lo hizo con esa mujer.
Lectura: Ezequiel 41 - 1 Pedro 4 - Salmo 45:10-17 - Proverbios 14:1-2