“JESÚS... salvará a su pueblo de sus pecados.”
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Mateo 1:21
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“El Señor me salvará.”
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Isaías 38:20
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¿UN HÉROE O UN SALVADOR?
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A menudo, en épocas de vacaciones, los medios de comunicación nos informan que un bañista valiente salvó a una persona que estaba a punto de ahogarse. Tanto para los periodistas como para los lectores del periódico, ese bañista es un héroe, pero para el que fue salvado es su salvador.
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¡Lo mismo sucede con Jesucristo! Para muchos, es un hombre bueno, un sabio, e incluso un héroe cuya enseñanza revolucionó el mundo. Pero para los que reciben el mensaje del Evangelio, Jesús no fue simplemente un héroe, ¡es su Salvador!
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Todos necesitamos ser salvos del pecado. El pecado nos hace perder el objetivo para el cual Dios nos creó. Pecar es vivir para sí mismo, es tener una vida desordenada y orientada por el egoísmo, el orgullo, la falsedad, la codicia. El único remedio es reconocer lo que soy y aceptar que Jesús quiere salvarme de todo ese mal.
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Para liberarme tomó sobre sí mismo mis faltas, murió en una cruz y resucitó. La salvación que nos ofrece no es una simple liberación, sino la vida eterna que nos transmite. Él nos libera de todo lo que nos oprime: la culpabilidad, la esclavitud del mal. También incluye un aspecto positivo maravilloso: nos da entrada a una nueva forma de existencia, llena de plenitud y paz.
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A menudo la persona que socorre a un bañista no lo conocía antes del suceso. Pero sucede lo contrario con Jesucristo. Cada uno de sus redimidos puede exclamar: «Me buscó y me salvó porque me amaba».
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“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 4:10).
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Lectura: 1 Crónic. 13-14 - Lucas 12:41-59 - Salmo 89:38-45 - Proverb. 20:18-19